Como aquella vez con los relatos de Carver
viéndome explicar el porqué de mi elección.
O con esos poemas de no recuerdo quien.
O cuando bajo follado a la efe de Fante.
Aquí estoy.
Me siento un tierno infante
pero dentro del bollicao
hay un cromo de rabia.
Hace calor
y no me desvisto
pues tengo enfilado el libro
que en un visto y no visto
prestado de esta biblioteca
pienso devorar en casa.
Y me topo contigo
y toda mi ropa ha desaparecido.
Llevo un libro de poesía
o el Factotum de Bukowski
o los relatos de Carver
o pregúntale al polvo de John Fante
o…
Mira:
Me llevo a mi mismo encima,
utilizo los versos vírgenes en mi mente
aún sin leer.
Los uso para tapar mi cuerpo desnudo,
tan solo llevo un libro de poesía.
Otros días llevo otra cosa,
alguna prosa que me guste,
pero siempre en pelotas.
Y me topo contigo.
Y quizás por el tejado
comienzo
a construir una conversación.
Y me sonrojo,
pues en esos libros me reflejo.
Que si me ves y los lees y relees la situación
sentiré que entras en mi y me conocerás tanto…
Que no,
que no he venido preparado para ello,
ni tú tampoco.
Probablemente,
mi mente no es de este mundo.
Y ahora
tengo los pensamientos despeinados
y algunos sentimientos sin afeitar,
el querer regar más,
cortar las ortigas de la mierda
y dejar presentable el jardín.
Y estoy en bolas,
sólo un libro cubre mis vergüenzas,
pues en este mundo
donde el teatro se margina a lugares inmundos
y la vida es un teatro en sentido despectivo,
el ir a la biblioteca y tomar prestado un libro
me parece un momento muy
íntimo.